La impotencia. Uno de los sentimientos que más enojo y terror provocan en mí. Simplemente no hay nada que hacer, eso es impotencia. Nunca supe aceptar que no hay nada que pueda hacer. Eso es lo que siento ahora. Eso y cierto sentido de la responsabilidad que se asemeja a la culpa.
No fuimos amantes, ni grandes amigos, ni tan siquiera amigos.
Al contrario, nuestras vidas coincidieron fugazmente, menos de una semana. Y
sin embargo, yo percibí algunas de las cosas que te pasaban. Lo percibí y sabía
que podía ayudarte. Es más, me propuse hacerlo. Pero lo de siempre, lo que
tardo en poner en marcha los proyectos… Claro, si el que se jode soy yo no hay
problema, pero debo aprender cuando se trata de otras personas. Hay personas
que no pueden darse el lujo de la espera.
¿Qué consuelo es decir que trataré de aprender de esta
experiencia? ¿De que servirá decir que a partir de ahora voy a tratar de
cambiar?
Perdón Ani. Perdón una y mil veces. Me siento ridículo
cuando pienso que mi única justificación es “y bueno, siempre fui lento para
arrancar”. Debería haberme acercado a vos. Yo sé que podría haberte ayudado. Yo
sé que vos buscabas una mano, alguien que pusiera un poco de firmeza bajo tus pies
porque te sentías hundirte. Perdón, fui demasiado yo. Ese “yo” que generalmente
elogio. Esa seguridad que me lleva a pensar que siempre actúo bien y que en
todo caso el problema es que el otro no puede adaptarse a mí. Acá erré yo.
Debería haber hecho más. No encuentro consuelo (no creo que lo haya, tampoco
que lo merezca), no puedo creer lo que pasó.
Que mierda que es la vida a veces. La vida no espera y
parece ensañarse aún más con lo que ya de por sí no la tienen fácil. ¿Qué
sentido de justicia es ese? ¿Por qué el sufrimiento atrae más sufrimiento? ¿Por
qué vos? La peleaste siempre, aunque sabías que tenías pocas armas y todas las
de perder. Y yo después doy cátedras sobre resignación… me falta tanto.
Yo mismo escribí en éste lugar de lo importante que podía
ser un gesto para una persona. Cómo podía cambiarle la vida, o al menos el día.
Podría haberlo hecho. Debería haberlo hecho. Perdón Ani. Sé que no sirve de
nada, sé que a vos ya no te sirve que lo diga, pero te juro que me siento muy
pero muy mal. Necesitaba pedirte perdón. Esto no es un homenaje, esto no te
sirve de una mierda, ni te hace honor en nada, pero en una de esas me sirve a mí
para no volver a repetir el error. Ya no puedo ayudarte, pude, y no lo hice. Ahora
estoy llorando. No puedo ayudarte, pero puedo prometerte (a vos, o en tu
nombre) que no voy a repetir el mismo error. Voy a hacer todo lo posible para
no hacerlo al menos. Y voy a tratar de aprender, te lo juro.
Que poquito que se siente. Que poquito que repara lo pasado.
Si escribo esto no es sólo para pedirte disculpas, sino como
un compromiso de que no te voy a olvidar nunca. Sé que es poco, sé que te merecías
mucho más, sé que en realidad no es nada, pero vas a vivir en mí para siempre.
Te lo prometo (y estoy aterrado, ya que me aterran los compromisos).
Hasta siempre Ani, perdón por no haber hecho más, perdón por
no ayudarte. Voy a intentar aprender. Me mostraste algo de mí que nunca había
visto. Te juro que es un montón, pero no valía ese precio. Hubiera preferido no
verlo jamás.
si es el dolor que empieza a ser, miedo a perder, lo que es amor”
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